viernes, 26 de agosto de 2011

De planetas y satélites

Creo que estoy cambiando. O girando.
Bueno no, porque soy de esa clase de personas  que piensan que la gente no cambia… sino que la gente crece.

¿Estaré creciendo?

Sinceramente no lo sé, yo siento que por dentro sigo siendo igual de niña.

La Tierra sigue girando, sobre sí misma, pero a mí nunca me gustó girar con (en) ella. Yo prefiero los satélites. Si tuviese que ser un satélite, me quedo con cualquiera de los de Urano. Por lo general, los satélites del Sistema Solar reciben nombres de personajes de la mitología, pero los satélites de Urano son personajes de diferentes obras de Shakespeare, por eso me resultan más curiosos y simpáticos.

Sí, ya sé que el planeta es la parte más importante, pero a mí nunca me gustó ser muy protagonista. Destacar sí, a mi manera, dejar algún tipo de huella, pero no ser protagonista…

A pesar de todo, el movimiento del planeta también se ve afectado por el satélite, ya que este sigue su órbita debido a la fuerza de la gravedad.

Tengo que pintarme las uñas, que me las estoy viendo de reojo mientras tecleo y las llevo hechas un asco.

Me están picando los mosquitos… Queridos mosquitos, no os ha quedado clara mi amenaza? Igual es que no os conectáis a Facebook lo suficiente.

De repente un día te despiertas y te das cuenta de que tus prioridades han cambiado.

Cada vez valoro más y sobrevaloro menos. Bien es cierto que no trato a todo el mundo como se merece, tengo que apuntar eso en mi lista de tareas: “aprender a dar lo que recibo, ni más, ni menos”.

Quizás simplemente creo que lo hago, pero no lo hago de verdad. Lo de aprender a valorar y dejar de sobrevalorar, digo.

Creo que ése es el gran problema de la sociedad, bueno, de las relaciones sociales en general.

Quién establece el rasero para medir cuánto es mucho, poco, demasiado o nada?

Por qué según de la persona que venga un gesto nos parece demasiado o insuficiente?

Tu madre siempre es pesada si te insiste en saber cómo estás porque te ve serio, y tu novi@ nunca te pregunta cuanto debería.

Nos empeñamos en infravalorar lo que recibimos de la gente que más nos da, y en ensalzar a la gente que menos nos tiene en cuenta. Creo que esto bien puede deberse a las expectativas que tenemos. No es raro que tus amigas a las que adoras te envíen un mensaje de “feliz cumpleaños” justo a las 00.00h, pero si te lo envía ese/a chic@ que te encanta y no te hace mucho caso… ¿entonces qué? ¿Su mensaje vale más? Pues no! Evidentemente! Pero quizás el valor añadido que reporta lo inesperado es lo que hace que muchas veces sobrevaloremos las cosas. Eso es! Ahí está! Damos demasiado valor a ese valor añadido. Cuando no esperas algo de la gente, te sorprende que lo haga. Las sorpresas hacen ilusión, y la ilusión… ya se sabe. Hoy es ilusión y mañana decepción. No debemos olvidar que todo el que tiene la facultad de ilusionarnos, tiene también capacidad para desilusionarnos.

Huimos de lo que nos persigue y perseguimos a lo que nos huye.

Lo estamos haciendo mal. El día que la Tierra deje de girar, el día en que seamos capaces de permanecer estáticos, observando lo que sucede a nuestro alrededor y analicemos los comportamientos de la gente de nuestro entorno, nos percataremos de que malgastamos demasiado esfuerzo y demasiado tiempo en cosas que no lo valían, y que dedicamos poco a quienes realmente se lo estaban ganando a pulso.

No me gusta mezclarme con estos temas porque no quiero que pienses que estoy escribiendo sobre ti.

Ni sobre ti. Ni sobre ti. Ni sobre ti.

En general no escribo refiriéndome a alguien en concreto, sino basándome en una serie de experiencias y emociones que van marcando mi carácter.

Evidentemente, claro que hay textos que van por ti. Y otros por ti. Y por ti. Y sí, por ti también.

Todos tenemos en nuestros planetas muchos satélites “ti” distintos que nos marcan de una manera u otra y nos inspiran ciertas pautas en nuestro comportamiento.

En mi caso, cada persona que pasa por mi vida, hasta de la forma más insignificante, aporta algo. Desde la cajera del supermercado del barrio, hasta el profesor de primaria o la universidad, pasando por el chico aquél que sonrió al cruzar, la señora que me dio los buenos días, quien clicó en “me gusta” o dejó su comentario, o el turista que se quitó el sombrero cuando paré para que cruzase por el paso de cebra. Sin olvidarme de mi familia, de mis amigos, de ti, de ti, de ti, de ti y también de ti, y por supuesto, de vosotras. Pero esa es otra historia, porque es otra forma de influir que intentaré explicar el día que esté menos espesa, porque hoy… vaya tela.


Todo esto para decir que quiero aprender a tocar el piano y que estoy deseando que llegue septiembre para independizarme.

Sí, lo sé, podría ser más sencilla, callar más y hablar menos, dejar de comparar todo buscando ejemplos y usando metáforas… pero entonces, entonces no sería yo, y vosotros no habríais tenido tanto que ver en todo esto.

Preferís aportar algo? O pasar desapercibidos? ;)

6 comentarios:

  1. Te ganaste el Óscar a la Mejor Actriz Secundaria... siendo la protagonista de alguna que otra vida, empezando por la tuya. Nunca dejes de serlo, nunca dejes de ser el satélite de nuestras vidas. Te quiero.

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  2. Si algún día pierdes esos ojos con los que me miras los buscaré por todo el mundo!! Confío en que nunca lo hagas y sigas alegrándome los días con tus cositas. TeQuiero! Infinito... ya sabes.

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  3. A veces los satélites también son importantes.. Aunque no sean imprescindibles... :)

    Muaks

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  4. Son la "gracia" del sistema, el complemento perfecto de cada órbita...

    Me gusta tu visión! :)

    Mua!

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  5. Amanda...me encanta!! Llevas taaanta razón...
    Voy a empezar a leer mas lo que escribes. Guapaa :)

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  6. Guapiii!!! :D
    Me encanta que te guste!! ^^
    Tengo ganitas ya de verte!! Un besazoooo!!!

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