sábado, 8 de febrero de 2014

Baldosas amarillas


La Real Academia Española define la palabra “crisis” como (entre otras de sus acepciones): “situación de un asunto o proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese”.

Para mí, crisis es… oportunidad.

Una oportunidad disfrazada. 
Un tornado que arrasa con cada uno de los confundidos hasta dejarles tirados en cualquier infierno de lugar.
Un lobo con apariencia de caperucita que acaba con cada cosa que el débil posee.
Un tsunami. Un apagón. Un “no queda nada”. Un “the end”.

Pero no… espera, para. Lo estás haciendo mal. Lo estás mirando al revés.
Eso con lo que tropiezas no es un muro. Es… una escalera. Sólo tienes que saber de dónde sacar la fuerza para subir el peldaño que tienes delante.




Conste que no hablo sólo a nivel económico. 
Una crisis, cualquier crisis, es una oportunidad para avanzar. Para creer y crear cambiando sólo una minúscula, para resurgir de las cenizas, para inventar y reinventar (-se).
Una crisis es… CRECER. Y crecer, señores, duele. ¿O es que sus rodillas nunca se quejaron?


Crisis es fuerza, es proyecto, es futuro.

Nos pasamos la vida labrándonos un porvenir, y no nos damos cuenta de que el futuro no existe, que es mentira, son los padres… 
que el futuro es presente, y que el presente es hoy. Que “si miras atrás, mañana es hoy”.

Tenemos que pelear por un “presente” mejor, por un “buen presente”, para que en el presente del futuro podamos estar orgullosos de nuestro pasado, recojamos los frutos de aquel esfuerzo… nos riamos del agobio de aquel ayer que ahora es hoy.

Una crisis es una oportunidad disfrazada de valor. Valor para hacer cosas que jamás creíste que harías. Valor para dibujar un sueño. Valor para limar tu creatividad, para romper un mito, para hacerte fuerte.

Una crisis es una oportunidad disfrazada de canción. Y “que ser valiente no salga tan caro”. Y “que ser cobarde no valga la pena”.

Ahora que ya sabes lo que es, sólo te queda una cosa: seguir el camino de baldosas amarillas. Es la mejor alternativa ante perderse en el tornado.



Y recuerda lo que siempre te digo: al genio, antes que genio, le llamaron loco.