martes, 2 de agosto de 2011

Con la cabeza, con el corazón, y con la tripa...

Dicen que en el cerebro se encuentra todo nuestro patrimonio, que es el motor que mueve la máquina y envía las señales oportunas para reaccionar a los estímulos, pero… ¿maneja también al corazón? Supongo q esto es relativo.

Muchas veces, por mucho que nos empeñemos, somos incapaces de elegir el camino correcto aun sabiendo que es el correcto.
¿Elegir? ¿Nosotros elegimos? Eso es algo que siempre, desde hace años, me he estado planteando…
Alguien coloca ante ti varias opciones, varios caminos. Tú las sopesas, haces balanza y te decantas por una de ellas pero, ¿qué te mueve a realizar esa “elección”? Y digo “elección”, entre comillas, porque no sé si es elección o es accidente…

¿Por qué a veces, teniendo delante la opción adecuada, escogemos otra cualquiera?

Elegir no es hacer o no hacer. Elegir es enfrentarse a un coste de oportunidad, renunciar a algo a cambio de otro algo, ni mejor, ni peor, pero que simplemente te reporta mayor “utilidad”.

En cuestión de relaciones, para mí son contratos. Contratos de dos firmas.

Tú me aportas lo que yo necesito, y yo hago lo mismo contigo. Desde el momento en que eso no es así, la relación se rompe.
Quizás la otra parte deja de cubrir tus necesidades y aún así, la relación continúa; y esto, ¿por qué?
Es fácil: porque seguir con esa relación te beneficia más que romperla, te aporta mayor utilidad. No se trata de un beneficio en el sentido literal de la palabra, ni de interés, ni de nada parecido… sino que tú estás mejor contigo mismo continuando con ello, porque, en la balanza, prefieres seguir al dolor que supone romper; prefieres guardar las apariencias, a las consecuencias del qué dirán; prefieres la seguridad al miedo a la soledad; prefieres la comodidad de hacer oídos sordos y de tripas corazón, al esfuerzo de luchar… eso ya depende de cada uno, y va con su persona. Y esto es así en todo tipo de relaciones, no sólo en las amorosas.

Por eso, para mí, existen tres formas de querer:
Se quiere con el corazón, con la cabeza y con la tripa. Sobre todo con la tripa.

Para mí la tripa es el cerebro del corazón, es quien maneja la máquina, quien alimenta a la bestia.
Puedes tener delante a la persona perfecta, que cumpla todos los requisitos para ser el mejor compañero de vida de todo el universo. Eso lo tendrás claro en tus ideales, y le querrás con la cabeza.

Por otra parte está el cariño. Esa ternura, ese amor tan propiamente dicho, ese desear la felicidad plena del otro, ese “querer bien”. Pero de lo de “querer bien” ya hablaré otro día.

Y por último… la tripa. Esas mariposas que mueven montañas sólo con sus susurros. Ese temblor de piernas, esa pérdida de apetito, esos nervios, ese brillo en los ojos, ese “no-se-qué”…

Probablemente haya mil explicaciones científicas (quizás menos) para el fenómeno del enamoramiento, pero, desde mi punto de vista, para que algo salga bien, debe enfrascar esas tres formas de querer: “cabezacorazónytripa”, todo junto, todo en uno, inseparable. Porque si te falla alguna… no es él. O ella. O tu momento, será que no es tu momento, que es otra manera fácil de culpar al destino y sentirnos liberados.

Y es que el roce hace la herida pero también hace el cariño.
Y la tripa.. la tripa puede darte los mejores momentos de tu vida, pero también los peores. La tripa puede hacer que te enamores del mismísimo diablo. La tripa no entiende de razón, ni de cabeza, ni de sensatez ni madurez. La tripa es quien nos da ese punto de locura, de niñez, de risa, de vida, de sueños, de luz… en todo, no me refiero sólo al amor. La tripa te enamora de la vida o te hace odiarla con todas tus fuerzas. Te posee, te absorbe, te enajena. Te impide pensar con claridad. Aparentemente, te perturba, te perjudica…

Pero la tripa… si te falla la tripa…

estás perdido.


2 comentarios:

  1. He oído decir mil veces que cuando la cabeza y el corazón no se alinean lo ideal es hacer caso al corazón, aunque no hay que descuidar la razón, pues también tiene su función. Pero yo también opino que no solo es cabeza y corazón, que también existen las tripas, cuándo cada uno te dice una cosa diferente, ¿a quién harías caso?

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