sábado, 22 de septiembre de 2012

Entre karmas y bofetones… la teoría de la aceituna.



Hacía tiempo que creía que el Universo le devolvería de golpe cada  una de sus pataletas.

Siempre confió en la palabra de Barney Stinson y le dio la razón en aquello de “No cabrees al Universo, o el Universo te dará una bofetada”.

A veces pensaba que sólo estaba en el mundo para cumplir una misión, la de “asesinar” a cada Cupido que no había sabido querer.
Pero, ¿y ella? ¿Era su vida una simple noria que daba vueltas sin parar? Habría bastado con bajarse tras el primer viaje, pero siempre fue incapaz de hacerlo.
Sabía que no podía seguir así, que tenía que salir de aquella espiral que dibujaban las líneas de su mano y dejar de girar sobre sí misma una, y otra, y otra vez… pero no podía, no sabía, nunca encontraba el modo de hacerlo.

Existiría el karma de las relaciones?
Tendría su karma nombre y apellidos y vendría disfrazado de aceituna a devolverle todo cuanto ella a otros hirió, y a hacerle sufrir por cada cosa que había hecho mal?
  
Si le había quedado alguna secuela de todo aquello era la de ser incapaz de confiar en nadie (incluída en sí misma)… Y es que hoy por hoy la confianza, junto con los paraguas, es de las cosas que más rápido se pierde.

Pensó que su castigo era no conformarse con nada, tener siempre la necesidad de “seguir buscando” aunque después de rascar la pegatina le hubiese salido premio.

No lo sabía. No estaba segura. Así que decidió parar las máquinas, la de la cabeza y la del pecho a la vez… y no pensar.

Tal vez el bofetón del Universo tenía nombre y apellidos y venía disfrazado de aceituna, pero ella ya había tomado una decisión: había decidido mordisquear hasta encontrarse con el hueso; ese hueso que la haría escupir o la mataría ahogada después de atragantarse con él.

Fuera lo que fuese, el bofetón del Universo también traía en sus ojos verdes un mensaje para ella:

“Enhorabuena. Ya no eres fría, no eres inerte, sientes, padeces, y ya no tienes la necesidad de mirar a nadie más.
Te sacarán los ojos o te los llenarán del brillo que irradias ahora en tus miradas, pero cualquiera de las dos opciones será buena para ti, porque cualquiera de las dos te estará tendiendo una cuerda para salir del pozo oscuro de tu espiral. 
Cógela. Estira. Trepa. Disfruta de la luz… que hay aceitunas con hueso, sí, pero también las hay rellenas de anchoas…”

Y aquél fue el más valioso consejo que le dio, aquel que venía de la mano más dolorosa que pudo tenderle… aunque eso estaba aún por descubrir.

Vive. Ama. Disfruta. Come aceitunas… que el caleidoscopio está girando, baby.

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