De pequeños nos atormentan con la idea de que existen seres de inframundos que vendrán a por nosotros si nos portamos mal, nos meterán en un saco y nos llevarán a su universo oscuro; se nos volverán negros los dientes de comer muchos dulces y el Ratoncito Pérez no querrá saber nada de nosotros cuando se nos caigan; nos lavarán la boca con lejía y estropajos si decimos palabrotas, o se nos caerá la lengua a trozos; nos quedaremos sin lágrimas por llorar sin motivo; nos cortarán la mano por pegar al compañero; o nos colgarán de un pino si nos portamos mal… El oso comeniños y el monstruo de debajo de la cama atormentan nuestra infancia y nos producen pesadillas, sin nosotros encontrar modo alguno de solucionarlo.
Cuando crecemos y somos un poco más conscientes, dejamos de creernos esas leyendas urbanas, pero no se nos pasa por la cabeza la más mínima idea de que alguna pueda ser cierta.
Al convertirnos en adultos, descubrimos que aquellas historias no iban tan desencaminadas, y que puede que sí exista un hombre del saco que no sea bueno como Papá Noël.
De hecho, en nuestra vida puede que nos encontremos con muchos “hombres del saco”.
Para mi, son esas personas que te aíslan de tu mundo, que te absorben, que te anulan, te manejan y resetean tu personalidad.
Evidentemente, hay personas con carisma y potencial para convertirse en “hombres del saco”, y hay otras personas que, precisamente por carecer de ello, son arrastradas a la penumbra del mundo de los primeros, al “sí buana” constante, al “todoportenertecontento”, al, en definitiva, convertirse en su muñeco de trapo.
Un hombre del saco puede ser, desde una madre autoritaria y posesiva, hasta un mejor amigo celoso, pasando por una pareja obsesivo-compulsiva, como, desde mi punto de vista, sucede en la mayor parte de los casos de relaciones entre hombres del saco y sus supuestos dominados.
No sé exactamente qué tipo de circunstancias o motivos convierten a una persona en sumisa, o dan tanto poder a otra para llenar su saco… Supongo que son caracteres, además de circunstancias personales y sociales, los ingredientes necesarios para que este fenómeno se produzca.
Para mi es triste, muy triste, ver como una persona cambia automáticamente de personalidad cuando hay otra delante que ejerce un poder sobre ella; ver como alguien abandona sus principios, sus aficiones, a sus seres queridos, sus aspiraciones, sus metas… para meterse en el saco de otra que dirige su vida.
Sí, señores, el hombre del saco existe y, por desgracia, es poderoso.
Aunque espera, para, reflexiona… ¿Quién es más culpable? ¿El dominante o el dominado? ¿Puede alguien ser metido en un saco contra su voluntad? Porque bien es cierto que si uno no quiere dos no se pelean, y, por mucho que a mi alguien me empujara a su saco, yo patalearía y daría mordiscos si hiciese falta con tal de no entrar ahí… Y es que volvemos a lo mismo: sería necesario analizar demasiados factores.
Seguro que todos conocemos a alguna persona que carga con un saco a sus espaldas. Probablemente venga disfrazada de Papá Noël y, disimuladamente y con toda su falsa dulzura, meta en su saco aquello que quiere sola y exclusivamente para sí.
Yo tengo varias en mente, pero en especial recuerdo a un hombre del saco, que no es hombre sino mujer, y no sabéis las ganas que tengo de perderla de vista…
Cierto! Cuestion de personalidades, intereses y circunstancias. En ocasiones, dificil saber quien busca a quien.
ResponderEliminarYo no podria estar en un saco, pero sin duda tampoco "ser la carcel de nadie"
Estoy contigo! ;)
Eliminar