La Real
Academia Española define la palabra “crisis” como (entre otras de sus
acepciones): “situación de un asunto o
proceso cuando está en duda la continuación, modificación o cese”.
Para mí,
crisis es… oportunidad.
Una
oportunidad disfrazada.
Un tornado que arrasa con cada uno de los confundidos
hasta dejarles tirados en cualquier infierno de lugar.
Un lobo con
apariencia de caperucita que acaba con cada cosa que el débil posee.
Un tsunami.
Un apagón. Un “no queda nada”. Un “the end”.
Eso con lo
que tropiezas no es un muro. Es… una escalera. Sólo tienes que saber de dónde
sacar la fuerza para subir el peldaño que tienes delante.
Conste que no hablo sólo a nivel económico.
Una crisis, cualquier crisis, es una oportunidad
para avanzar. Para creer y crear cambiando sólo una minúscula, para resurgir de
las cenizas, para inventar y reinventar (-se).
Una crisis
es… CRECER. Y crecer, señores, duele. ¿O es que sus rodillas nunca se quejaron?
Crisis es
fuerza, es proyecto, es futuro.
Nos pasamos
la vida labrándonos un porvenir, y no nos damos cuenta de que el futuro no
existe, que es mentira, son los padres…
que el futuro es presente, y que el
presente es hoy. Que “si miras atrás, mañana
es hoy”.
Tenemos que
pelear por un “presente” mejor, por un “buen presente”, para que en el presente
del futuro podamos estar orgullosos de nuestro pasado, recojamos los frutos de
aquel esfuerzo… nos riamos del agobio de aquel ayer que ahora es hoy.
Una crisis es
una oportunidad disfrazada de valor. Valor para hacer cosas que jamás creíste
que harías. Valor para dibujar un sueño. Valor para limar tu creatividad, para
romper un mito, para hacerte fuerte.
Una crisis es
una oportunidad disfrazada de canción. Y “que
ser valiente no salga tan caro”. Y “que
ser cobarde no valga la pena”.
Ahora que ya
sabes lo que es, sólo te queda una cosa: seguir el camino de baldosas
amarillas. Es la mejor alternativa ante perderse en el tornado.
Y recuerda lo
que siempre te digo: al genio, antes que genio, le llamaron loco.
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