Aquélla niña no había dejado de llorar. Llevaba llorando una eternidad escondida debajo del tobogán, desconsolada, con el corazón encogido.
-Mamá, por qué crees que llora esa niña?
-No lo sé cariño, quizás podrías acercarte y preguntarle. A lo mejor le hace feliz y se le pasa.
-Hola!
-Hola..
-Por qué estás llorando?? Llevas llorando mucho rato, y si no lloras por algo por lo que tengas que llorar de verdad, se te van a secar los ojos, te vas a quedar sin lágrimas, y no vas a poder utilizarlas cuando las necesites.
-Mi mamá me ha dicho que va a llamar a los Reyes Magos para que vengan a recoger todos los juguetes que me dejaron, porque me he portado mal.
-Y qué has hecho?
-He roto mi muñeca nueva.
-Y por qué la has roto? Ya no te gustaba?
-Sí, es mi muñeca favorita.
-Entonces?
-Ella no necesitaba las dos, yo podía ayudarle a caminar y pasear a su perro, así que le he roto una pierna.
-Y por qué has hecho eso? No es más bonita tu muñeca con las dos piernas?
-Para mí sigue siendo igual de bonita, pero yo quería hacer un regalo a mi nueva amiga del cole.
-Y qué querías regalarle?
-La pierna. Ella va subida siempre en una silla, y no tiene a nadie que la empuje cuando todos jugamos en el patio. Yo puedo empujar a mi muñeca y así no necesita sus dos piernas.
-Y por qué tu amiguita va subida en una silla?
-Cuando le hice esa pregunta me contestó que, igual que yo usaba gafas, ella usaba silla.
-Pero tú usas gafas porque tendrás los ojos "malitos", no?
-Así es. Y ella tenía una pierna muy malita, y ahora sólo le queda la otra.
Y yo sólo quería que jugase conmigo sin que nadie la tuviese que empujar..
-Si algún día la traes al parque, yo la empujaré contigo.
Y así, sin más, la niña dejó de llorar, y la vida le dio una lección.