"A mí no me cuesta darte besos sólo a ti. No me cuesta. No es un esfuerzo. Lo hago porque quiero."
Eso fue de lo más bonito que le habían dicho nunca. No sabe si por simple o por sincero..
pero se le había quedado grabado.
Y así sin más, se dio la vuelta, le dio un abrazo fuerte fuerte, y se fue.
Para siempre. Era su despedida.
Para siempre. Era su despedida.
Con un nudo en la garganta que no tuvo que explicar (porque nadie lo veía), y una lágrima revoltosa en su mejilla derecha, que dijo, "sólo era culpa del viento."
Mientras tanto suena "El día que hizo más viento que nunca" (como no), de Carlos Sadness.