De repente, boom!! Frío, oscuridad, cemento…
Y yo sólo veía blanco…
o negro. Me daba calambres el cuerpo, y
con él, el corazón, que estaba a punto de pararse.
Era la hora de comer y subía con 12 rosas y un perdón
destartalado, roto, envejecido, borroso. Pero me había clavado todas las
espinas.
Hacía 28 años que dormía a su lado y todavía temblaba al
recordarle… pero no de esa manera. Me temblaban las piernas, las manos, me
vencían las rodillas… Y no, no era bonito.
Era tarde, de madrugada, cuando abrió la puerta anoche. Venía
oliendo a destilería y humo, y al encontrarle durmiendo en su sillón, la
emprendió con ella. Me desperté sobresaltada, bajé las escaleras lo más rápido que
pude para defenderla, a mí podía hacerme lo que quisiera, pero no iba a dejar
que amargase su vida.
Al verme aparecer la soltó de golpe dejándola respirar, y
vino cara a mí, quitándose el cinturón. Me cogió del cuello, me empotró contra
la pared, y se ensañó conmigo.
Del resultado sólo he sido consciente esta mañana frente al
espejo: un labio partido y un ojo amoratado.
Sin desayunar siquiera, he cogido las gafas de sol más
grandes que he encontrado y he bajado a la comisaría.
A la hora de comer ha llegado a casa con sus 12 rosas y su perdón
destartalado, roto, envejecido, borroso.
La comida no estaba lista, pues lo de la denuncia me había
llevado más de media mañana. Suerte que ella estaba en el instituto.
Al percatarse de que la mesa tampoco estaba puesta y no había
cerveza fría en la nevera… Boom!! Y frío, y oscuridad, y cemento…
Me daba calambres el cuerpo y, con él, el corazón, que
estaba a punto de pararse…
Que se había parado para siempre.
No esperes a que sea tarde.
25 de Noviembre, día internacional contra la violencia de género.