A veces me quedo parada, ensimismada, mirando, observando…
Al coche de al lado, al de detrás, por el retrovisor. Parejas que se besan en los semáforos. Parejas que discuten. Parejas que se regalan caricias y se dirigen miradas. Parejas que miran por la ventana, cada uno en una dirección.
Son parejas jóvenes, menos jóvenes, e incluso ancianas. Yo me embobo intentando saber dónde van, de dónde vienen, si son felices o no, por qué discuten, si harán las paces, si no serán pareja y serán hermanos, o simples compañeros de trabajo que comparten coche.
Algunas son adorables. Otras no tanto.
Ninguna canta a voz en grito la música que suena en su radio.
Y me pregunto… me pregunto si esas parejas se quieren, si se han querido, si se les ha acabado el amor o si es más fuerte que antes.
¿Es el amor fuerte para siempre? Espera, espera... ¿qué es “amor”? Porque aparte de ser una palabra rosa, ñoña y empalagosa, supongo que para cada persona tendrá una definición, unas pautas y hasta unas condiciones.
¿Es igual el amor de todas las personas? ¿Tenemos todos y cada uno de nosotros un punto débil capaz de tambalear nuestras relaciones? Un pasado, un futuro esperado, un platónico, una debilidad, un capricho… ¿lo tenemos todos? ¿O sólo algunos? Y quien lo tiene… ¿lo domina? ¿Es capaz de superarlo, de mantenerlo tan lejos como para q no le dañe? ¿O es una fuerza incontrolable que arrasa con todo a su paso? ¿Se olvida? ¿Se pasa? ¿O simplemente se aprende a vivir con ello?
Estas reflexiones me vienen de uno de los granitos de arena más importantes de mi vida… Y le respondo. No se cura, porque no es una enfermedad. No se pasa, pero acaba por irse de la mano con el tiempo. Mucha gente lo sufre, al menos una vez en su vida. Y eso no significa que no quiera lo que tiene, ni que vaya a dejar que eso otro lo destruya.
¿Sabes lo que creo yo que provoca temblores de piernas y baladas de corazones? Lo prohibido, lo desconocido, lo que creemos inalcanzable. Es simplemente esto: idealizar. A veces, cuando lo tienes, ya no te pone los pelos de punta, ya no te parece como era y ya no crees que será como pensabas que sería.
¿La solución? No dejes que se meta en tu vida. Que llame cuantas veces quiera, pero no le abras la puerta. Mira por la mirilla si quieres, obsérvale un rato, habla a través de la cadena… pero no le abras, porque la corriente que traiga consigo puede arrasar cuanto encuentre a su paso. Y si aun así se cuela… ¡salta por la ventana!
Sólo tienes que saber cerrar a tiempo, porque no es más que una película en el universo paralelo de tu vida... que te alienta, que te mantiene vivo, pero… pero que no es real.
Evidentemente cada uno es libre de llegar a sus interpretaciones, de llevarlo a su terreno, como supongo que yo he hecho hacia el mío.
Y no sé por qué hablo y hablo, y escribo y escribo, si yo no soy tú y a mí pocas veces me temblaron así las piernas.
Será porque hace frío.
Será porque San Valentín no existe.
Será porque de todas esas parejas, ninguna cantaba…